No queríamos hacer la siesta y entonces, jugando con el papel de la lavandería, se nos ocurrió hacer las cartas.
Escribiríamos una carta a cada vecino con mensajes de ánimo y sobre la pandemia para los que estaban aburridos y tristes se pusiesen alegres. Además del mensaje, había un dibujo de ese tema.
Una vez terminadas, las dejamos en los buzones. Al cabo de unos días, al salir a dar una vuelta, nos encontramos a una vecina que venía del quiosco de comprar unas pegatinas para devolvernos la carta.
Después de unos días en el buzón nos habían dejado cartas, una bolsa de chuches para mi hermano y para mí. Otros vecinos nos felicitaron por el WhatsApp de mi madre.
Me sentí feliz y muy orgulloso al recibir las cartas por haber alegrado a mis vecinos en unos días tristes como los que hemo vivido.
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